GRUPOS PEQUENOS SALUDABLES Capítulo 5
EL COMPAÑERISMO Y LA ADORACIÓN: UNA COMBINACIÓN DE PODER
“…somos muchos, pero todos formamos un solo cuerpo en nuestra relación con Cristo.
Como parte de ese cuerpo, cada uno pertenece a los demás.” Romanos 12:5b
Kononía es una palabra griega que puede significar “comunión, compañerismo, compartir, contribuir, unidad, hermandad, participación y ayudar”. Esta función no puede existir de otra manera que como una experiencia relacional entre dos o más personas y está basada en el amor de Cristo. Por lo tanto, la comunión es un estilo de vida entre los que han sido salvos por gracia.
La reunión de los grupos pequeños provee el espacio y el tiempo para un compartir en el que los asistentes pueden iniciar y desarrollar relaciones genuinas de forma duradera. Surgirán muchas otras instancias donde se participará en un escenario de trabajo espiritual común, como el trabajo de evangelizar, discipular y hacer obra social. Lo importante es que ese
compartir constituye un testimonio de la presencia de Dios en la comunidad de los creyentes.
Cabe señalar que el concepto de la koinonía puede implicar compartir de manera activa. Por ejemplo, el momento de compartir la abundante pesca con otros pescadores cuando las barcas de los discípulos se llenaron en el relato de Lucas 5:1-11, fue un momento de koinonía.
En Juan 13:35 encontramos lo siguiente: “Todo el mundo se va a dar cuenta de que ustedes son mis seguidores si se aman los unos a los otros”. Cuando nos amamos mutuamente y dejamos que el Espíritu Santo derrame de su amor, perdón y reconciliación los primeros que se percatan de que algo bueno está pasando dentro de las iglesias son los inconversos. La gente percibe que somos realmente discípulos del Señor Jesucristo. Aunque esta experiencia siempre proviene de Dios, para que ocurra debemos estar en grupo y no aislados. Así que este mover de Dios se puede provocar teniendo las actitudes correctas al reunirnos en los grupos con fe y confianza en las promesas de Dios. Pero Dios ha preparado bendiciones especiales para sus hijos.
Nos necesitamos unos a otros.
Meses antes de salir de misionero para la China, el pastor Darryel
Parker predicó un sermón en la iglesia que pastoreó por cerca de 25 años en
Guaynabo, Puerto Rico, titulado “El porqué nos necesitamos el uno al otro”. El llamado de Parker a los feligreses de la Iglesia Christian Community Church iba dirigido a combatir la idea equivocada de que podemos vivir sin tener la compañía de los hermanos de la iglesia. Parker mencionó 5 interesantes aspectos sobre la importancia de estar junto a otros y ofreció la base bíblica del porqué nos necesitamos unos a otros.
He aquí dichos principios:
1-Necesito a otros para que caminen a mi lado.
a-La comunidad de fe es la respuesta de Dios a la soledad.
1 Pedro 4:9 nos dice: “Reciban a todos en su casa sin quejarse”. En 1
Corintios 14:26 la Biblia dice: “Entonces hermanos, cuando se reúnan, uno presente un salmo, otro una enseñanza, otro una revelación. Otro hable en lenguas y otro interprete. Todo debe hacerse para fortalecer a la iglesia”.
2-Necesito a otros para que trabajen junto a mí. El trabajo para una
sola persona es más difícil y duro. Eclesiastés 4:9 lee así: “Más valen dos
que uno, pues trabajando unidos les va mejor a ambos”.
a-La comunidad de fe es la respuesta de Dios a la fatiga. En
Gálatas 6:10 encontramos: “Siempre que podamos, hagamos bien a todos, especialmente a los que pertenecen a la familia de la fe”.
3- Necesito a otros para que tengan cuidado de mí. Filipenses 2:4
“Que cada uno no busque sólo su propio bien, sino el de los demás”.
a-La comunidad de fe es la respuesta de Dios para cuando llegan los fracasos o derrotas. Eclesiastés 4:10 “Si uno cae, el otro lo
levanta. En cambio, al que está solo le va muy mal cuando cae porque no
hay quien lo ayude”.
4-Necesito a otros para que lloren y sientan conmigo. 1 Corintios
12:26b: “Si una parte sufre, todos sufren igualmente…”
a-La comunidad de fe es la respuesta de Dios al desamparo.
Romanos 12:15: “Alégrense con los que están alegres. Lloren con los que lloran”.
están todos de acuerdo, luchando unidos para lograr que otros crean en el mensaje”.
Filipenses 1:28ª: “Quiero escuchar que no se han dejado intimidar por
sus enemigos”.
El Señor nos transforma, como dice Pablo en 2 Corintios 5.17, y nos hace nuevas criaturas, pero también nos llama a formar parte de una
comunidad nueva que Pablo mismo llama “familia de Dios”. Esa familia es la Iglesia de Cristo que está integrada por las congregación universal de creyentes, por las congregaciones locales y por los pequeños grupos de los creyentes que se reúnen en el nombre de Jesús. Hay dos enseñanzas del evangelio muy importantes por sus implicaciones. El evangelio nos invita a:
Recibir a Cristo como el Salvador y Señor.
Ser parte de una nueva comunidad o de una nueva familia.
En esa familia es donde vamos a aprender a convivir los unos con los otros y a mostrar la evidencia del amor que ha sido derramado por nosotros a pesar de ser una comunidad imperfecta porque está en un proceso de santificación. Es la comunidad que, como menciona Mateo 6:12, reconoce su condición y que dice: “perdona nuestros pecados como nosotros también perdonamos a los que nos han hecho mal”. A esa comunidad de fe somos llamados a pertenecer.
Algunos piensan en una fe privada, personal y solitaria. La fe cristiana no se vive en soledad. Y la razón por la que Dios lo ha establecido así es porque en esa nueva familia vamos a ser enseñados y moldeados en la nueva perspectiva de vida. Es un llamado a ser y también a pertenecer.
Esa dinámica de interactuar saludablemente con los otros creyentes debe ser vista como un proceso. Ser parte de un pequeño grupo ayuda a las personas
a tener una especie de ensayo o práctica para cuando se integre al grupo grande de la iglesia. Pero ser pequeño no define la bendición.
De seguro usted ha tenido reuniones donde sólo está presente un reducido grupo de personas y una de las primeras palabras que oímos del líder es: “Estamos aquí reunidos, aunque no somos un grupo grande, pero igual el Señor está con nosotros en esta reunión”. Ahí comienza el culto o la reunión con la mayoría de los elementos que están presentes en el culto mayor. Es interesante notar que al terminar la reunión las personas salen tan edificadas que ni extrañan que el grupo haya sido reducido. La bendición de la reunión llegó completa. El Salmo 133 no establece ninguna condición de cantidad de personas para enviar la bendición del Señor: “Qué bueno y qué agradable es cuando el pueblo de Dios se reúne en armonía…Allí es a donde el Señor envió su bendición, la vida eterna”.
En Hebreos 10:25 se nos dice: “Seamos solidarios. Ayudemos a los demás a demostrar su amor y a hacer el bien”. Hechos 2:42 menciona que los primeros cristianos “estaban dedicados a aprender lo que los apóstoles enseñaban. Compartían lo que tenían, comían y oraban juntos”. Es lamentable cuando el ambiente en el que algunos creyentes se forman no es
el más indicado para su crecimiento. ¡Qué triste cuando la cizaña nos toma la delantera en esta tarea!
El grupo pequeño no es sólo un buen lugar para iniciar la vida cristiana, sino también el lugar perfecto donde las personas se pueden cuidarse entre sí y satisfacer las necesidades personales de una manera más efectiva que en grupos grandes. A través de estudios bíblicos pertinentes, los miembros irán aprendiendo en teoría y práctica lo que significa “ama a tu prójimo como a ti mismo” y "ámense los unos a otros". Como miembros del grupo confiamos poder crecer en la demostración de amor y cuidado "unos a otros". La participación de cada miembro de la célula de una manera activa provee al grupo la posibilidad de edificarse "unos a otros", dando lugar al Espíritu Santo para la edificación de los miembros a través de los diferentes dones que Él ha otorgado.
Fuimos creados con la capacidad y con la necesidad de socializar, de asociarnos y de vivir juntos en grupos y en comunidades saludables que nos mantengan también saludables integralmente. Desde el punto de vista sociológico, los grupos son una necesidad latente en todos los seres vivos. Así como existen manadas, bancos y bandadas, que todavía constituyen uno de los
grandes enigmas que existen en la etología (el estudio del comportamiento animal), los seres humanos tenemos un diseño para estar y vivir en grupo. Este diseño fue puesto por Dios desde el origen del hombre. En Génesis 2:18 Dios dice: “No es bueno que el hombre esté solo. Le haré ayuda idónea”. Fue Dios quien puso la necesidad del hombre de relacionarse con otros.
En la experiencia de vida cristiana interpretamos esto como un
llamado a dar y a recibir, a construir unos con otros una sana convivencia abierta que celebre las diferencias y que de esa forma, al igual que Dios, pongamos en práctica la riqueza pluriforme de la unidad aunque no de la uniformidad.
¿Por qué poner la unidad primero en la práctica y no tanto en el discurso? Muchos líderes cristianos proclaman y hasta exigen la unidad, pero es la unidad condicionada por ellos conforme a sus intereses y agendas personales. Es una unidad que tiende a la concentración del poder en un solo lado. Es el mismo discurso de los dictadores y líderes autoritarios que reclaman unidad, pero la unidad sometida a sus poderes.
Esas funciones interpersonales y necesidades humanas de compartir y de tener compañerismo son suplidas de manera amplia y abundante con los grupos pequeños. Estos grupos, donde se enseña la Palabra de Dios y se discipula, le permiten a las personas ser atendidos en las necesidades intrínsecas del ser humano.
El término adoración proviene del latín y expresa la acción con que los “reyes magos” rindieron culto al recién nacido Jesús. La palabra adorar significa “reverenciar” y honrar con sumo honor a Dios con el culto que Él merece. También significa amar en extremo, orar, dar mérito, valía, consideración, importancia, dignidad, excelencia, precio. Eduardo Nelson G. nos dice que adoración significa “reconocer y declarar la excelencia de Dios”. El es merecedor del más grande mérito.
Una excelente definición de adoración la dio William Temple: “Adoración es el sometimiento de todo nuestro ser a Dios. Es tomar conciencia de su Santidad; es el sustento de nuestra mente con su verdad; es la purificación de la imaginación por su belleza; es la apertura del corazón a su amor; es la rendición de la voluntad a sus propósitos. Y todo esto se
traduce en alabanza, la más íntima emoción, el mejor remedio para el egoísmo que es el pecado original”.
Es el salmista David quien nos dice: “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios; nosotros, el pueblo de su prado, y ovejas de mano” Salmo
95:6,7.
Las reuniones de grupos pequeños deben tener un entendimiento claro de lo que es adoración. Alguien dijo una vez: “No podemos adorar a quien no conocemos”. La adoración tiene una dimensión individual y otra grupal o colectiva. Los participantes de los grupos deben experimentar la adoración antes del estudio bíblico porque esta prepara sus corazones para recibir la Palabra de Dios. Gaines C. Dubbing, citado en el libro “Que mi pueblo adore” (p-9), describe algunos valores que participan en la adoración:
Recuerdo cuando visité la iglesia Defensores de la Fe de la Calle Comerío en Bayamón, Puerto Rico, el miércoles, 23 de mayo de 1980. Aunque cuando niño me habían llevado a la iglesia, al llegar a la adolescencia decidí buscar algún significado de la vida fuera del ambiente cristiano. Lo que encontré fue pecado, maldad, y una felicidad ficticia y efímera a costa de un precio muy alto. Ahora estaba de vuelta a un culto, 4
años después y casi por cumplir los 17 años. Ese día escuché el sermón con mucha atención, entendí el Plan de Salvación claramente y sentí la necesidad de aceptar a Jesús y cambiar el curso de mi vida, pero no lo hice. Aunque ese día no di el paso de fe, disfruté mucho las canciones de adoración a Dios, la música, las letras, el ánimo de la gente al cantar. Pero me fui a casa con mi vacío existencial.
Al siguiente día de culto decidí asistir nuevamente a la iglesia, pero esta vez fui motivado por el recuerdo de la adoración. En esa segunda reunión la adoración también estuvo poderosa y llena de una presencia del Espíritu Santo. No resistía la presencia de Dios y sentí la necesidad de recibir el perdón de mis pecados. Cuando el pastor Rafael Torres Ortega hizo la invitación para recibir a Jesús como único Salvador fui de los primeros que pasó al altar a confesar sus pecados a Dios. Y es que la adoración crea una atmósfera de redención y revela lo feo del pecado y la necesidad de un Salvador. La experiencia de Isaías en el templo (Cap.6) es un ejemplo: “Pobre de mí!, ya me doy por muerto porque mis labios son impuros, vivo en medio de un pueblo de labios impuros y, sin embargo, he visto al Rey, al Señor Todopoderoso”.
En medio de un mundo que le da cada menos valor a las personas, la adoración en un grupo pequeño ayuda a devolverles su dignidad y su valor. La gente que adora siente el amor incondicional de Dios.
Fácilmente nos salimos fuera de foco en la vida. Muchos son los afanes, preocupaciones y tensiones que nos empujan a tomar decisiones que no están claras. La adoración nos permite aclarar el propósito de Dios en nuestras vidas.
Pablo estimula a la iglesia de Filipos a unirse en Cristo: “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” (Filipenses 2:2).
Adorar es una experiencia de aprendizaje y el aprendizaje es necesario para saber adorar. Los discípulos sintieron la necesidad de pedirle a Jesús que les enseñara a orar. (Lucas 11:1).
El grupo se reúne para participar de la adoración y luego esparcirse por sus comunidades para servir al Señor. Sin la adoración habría poca inspiración para el servicio.
Los cristianos tienen la empresa de traer a todos a la verdadera adoración a Jesucristo, quien vino a traer paz con Dios, paz con nosotros mismos y paz con todos los demás.
Algunos consejos para llevar a cabo la adoración en las reuniones grupales son:
La adoración debe ser participativa. Debe involucrar a todos los presentes más en participación que en observación. Algunos grupos pequeños podrían preparar un himnario de canciones para ayudar a las personas nuevas e involucrarlas con las canciones. Eric Rotley definía un buen himno como uno “bien escrito, bien elegido y bien cantado”.
La presentación no debe ser rutinaria o pasiva. Debe incluir variedad en contenido. Recuerde que la adoración debe ministrar a las necesidades de las personas según las expresan.
Debe utilizar los talentos de los asistentes del grupo. Los líderes deben escoger canciones de acuerdo a los asistentes del grupo.
Debe también estimular el compromiso personal con Cristo, es decir provee para el crecimiento continuo que resulte en la aplicación de los principios cristianos en la vida diaria.
Eduardo Nelson G. (pég. 22) nos da una lista de las nueve actitudes en secuencia lógica que ocurren en el ciclo de la adoración: Adoración, alabanza, gratitud, acción de gracias, arrepentimiento, perdón, dependencia, sumisión y compromiso”. Toda adoración sea privada o pública, en grupos pequeños o en multitudes, es un encuentro personal e íntimo con Dios en Cristo.
Recordemos que la experiencia de la adoración alcanza su culminación en el acto de respuesta. La verdadera adoración nos motiva a la acción, la cual trasciende la contemplación. Fue Isaías quien en el templo, después de una hermosa experiencia de adoración exclamó: “Heme aquí, envíame a mí”.
La Trinidad, como hemos dicho, es un misterio, o sea que es algo que está más allá de nuestra capacidad de comprender y explicar. No es irracional o ilógico, sino que trasciende el entendimiento humano. Esto es precisamente la base para la adoración, pues no adoramos a un Dios que comprendemos sino en quien creemos. También es fundamento para la consejería, por el hecho de aceptar el misterio de Dios en acción, no entendemos todo pero sí confiamos en que todo obrara para bien. Y es lo que da sentido de sobrenatural a la reunión del grupo en su nombre, un poder espiritual ocurre cada vez que nos reunimos para obrar sanidad, liberación, transformación, motivación y compromiso con la Gran Comisión.
Cuando afirmamos que la adoración es uno de los propósitos de los grupos pequeños, no estamos limitando esta función a un momento de expresar nuestro agradecimiento a Dios mediante las canciones, himnos u ofrendas o a un momento pasivo de contemplación. Karl Barth en Nelson G. señala: “La adoración cristiana es la más trascendental, la más gloriosa acción que puede tener lugar en la vida humana”. La adoración abarca toda la experiencia espiritual de la iglesia, incluyendo los grupos pequeños. La adoración no puede estar separada de la dirección del Espíritu Santo.
En los anales de la historia de los grupos pequeños se encuentra el avivamiento espiritual surgidos en los tiempos de Juan Wesley. Las reuniones semanales que Wesley llevaba a cabo en diversos espacios eran momentos de encuentro con el Espíritu Santo. “En esas reuniones había algo diferente de las prácticas rutinarias de las iglesias de Inglaterra en ese tiempo. La gente compartía unos con otros las cosas que Dios hacía a través de ellos durante la semana. Había confesión pública de pecados, así como oraciones por las necesidades que se presentaban… los resultados finales vinieron por lo que el Espíritu Santo hizo en esas vidas”, comenta Eduardo Nelson G. Y es que el Espíritu Santo está activo donde el evangelio es predicado en su plenitud.
La adoración, según Nelson G:
Debe estar enfocada en la relación entre Dios y el hombre. Debe honrar a Dios, ser cristocéntrica y estar llena del Espíritu. La adoración debe tener su punto central en la predicación de la Palabra de Dios.
Debe estimular al compromiso personal con Cristo, proveer para el crecimiento continuo y resultar en la aplicación de los principios cristianos a la vida diaria.
Debe ministrar a las necesidades de las personas según ellas las expresan.
Termino este apartado con una sencilla canción que aprendí hace poco en un servicio cristiano. Le pedí a Ivonne, hija del pastor Miguel Rosa, que me la copiara: I
“Cuando Cristo vino a mi corazón, mi vida entera cambió.
Su paz, y su amor alejaron de mí: las dudas, las sombras y el temor. (Coro)
Mi vida comenzó, cuando el Señor llegó,
y hoy puedo cantar de su amor. Mi vida comenzó
cuando el Señor llegó,
y hoy puedo cantar de su amor.
II
Hoy quiero que Cristo te transforme a ti que cambie tu vida también,
piensa en la Cruz donde murió por ti y ábrele tu corazón.”
(se repite coro)