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Ministros del Nuevo Pacto
¿Comenzamos otra vez a recomendarnosA a nosotros mismos? ¿O acaso necesitamos, como algunos, cartas de recomendaciónB para ustedes o de parte de ustedes? Ustedes son nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombresA, siendo manifiesto que son carta de Cristo redactada1 por nosotros, no escrita con tinta, sino con el EspírituA del Dios vivoB; no en tablas de piedraC, sino en tablas de corazones humanos2D.
Esta1 confianza tenemos hacia Dios por medio de CristoA. No que seamos suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de DiosA, el cual también nos hizo suficientes como ministros (servidores)A de un nuevo pactoB, no de la letra, sino del EspírituC. Porque la letra mata, pero el Espíritu da vidaD.
Y si el ministerio de muerteA grabado con letras en piedrasB fue con gloria, de tal manera que los Israelitas no podían fijar la vista en el rostro de Moisés por causa de la gloria de su rostro, la cual se desvanecíaC, ¿cómo no será aún con más gloria el ministerio del Espíritu? Porque si el ministerio de condenaciónA tiene gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de justiciaB. 10 Pues en verdad, lo que tenía gloria, en este caso no tiene gloria por razón de la gloria que lo sobrepasa. 11 Porque si lo que se desvanece fue con1 gloria, mucho más es con2 gloria lo que permanece.
Transformados de Gloria en Gloria
12 Teniendo, por tanto, tal esperanzaA, hablamos con1 mucha franquezaB. 13 Y no somos como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los Israelitas no fijaran su vista en el fin de aquello que había de desvanecerseA.
14 Pero el entendimiento de ellos se endureció1. Porque hasta el día de hoy, en la lecturaA del antiguo pacto (testamento)B el mismo velo permanece sin alzarse, pues sólo en Cristo es quitadoC. 15 Y1 hasta el día de hoy, cada vez que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones. 16 Pero cuando alguien se vuelve al Señor, el velo es quitadoA.
17 Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del SeñorA, hay libertadB. 18 Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejoA la gloria del SeñorB, estamos siendo transformados en la misma imagenC de gloria en gloria, como por el SeñorD, el Espíritu.
A 3:1 2 Cor 5:12; 10:12, 18; 12:11 B 3:1 Hech 18:27; 1 Cor 16:3 A 3:2 1 Cor 9:2 1 3:3 Lit servida A 3:3 2 Cor 3:6 B 3:3 Mat 16:16 C 3:3 Ex 24:12; 31:18; 32:15, 16; 2 Cor 3:7 2 3:3 Lit de carne D 3:3 Prv 3:3; 7:3; Jer 17:1; 31:33; Ezq 11:19; 36:26 1 3:4 Lit Tal A 3:4 Ef 3:12 A 3:5 1 Cor 15:10 A 3:6 1 Cor 3:5 B 3:6 Jer 31:31; Luc 22:20 C 3:6 Rom 2:29 D 3:6 Juan 6:63; Rom 7:6 A 3:7 Rom 4:15; 5:20; 7:5, 6; 2 Cor 3:9; Gál 3:10, 21, 22 B 3:7 Ex 24:12; 31:18; 32:15, 16; 2 Cor 3:3 C 3:7 Ex 34:29-35; 2 Cor 3:13 A 3:9 Dt 27:26; 2 Cor 3:7; Heb 12:18-21 B 3:9 Rom 1:17; 3:21, 22 1 3:11 Lit por medio de 2 3:11 O en A 3:12 2 Cor 7:4 1 3:12 Lit usamos B 3:12 Hech 4:13, 29; 2 Cor 7:4; Ef 6:19; 1 Tes 2:2 A 3:13 Ex 34:33-35; 2 Cor 3:7 1 3:14 Lit sus mentes se endurecieron A 3:14 Hech 13:15 B 3:14 2 Cor 3:6 C 3:14 Rom 11:7; 2 Cor 4:4 1 3:15 Lit Pero A 3:16 Ex 34:34; Rom 11:23 A 3:17 Isa 61:1, 2; Gál 4:6 B 3:17 Juan 8:32; Gál 5:1, 13 A 3:18 1 Cor 13:12 B 3:18 Juan 17:22, 24; 2 Cor 4:4, 6 C 3:18 Rom 8:29 D 3:18 2 Cor 3:17